A poco más de un mes de la creación de la Medalla del combate de Jobo Mocho, quiso Joaquín Crespo una vez alcanzada la primera Magistratura emitir una medalla para como dice su decreto: “Conmemorar el esfuerzo edificante y noble con que la mujer venezolana contribuyó al triunfo de la Gran Revolución Nacional”.
Los combates en el marco de revolución legalista, aunque acotados en tempo resultaron particularmente cruentos, Landaeta Rosales incluso estima bajas de alrededor 4,500 hombres lo que naturalmente enluto una vez más a tantos hogares en pro de la causa patriótica del momento.
La medalla decretada el 15 de marzo de 1893 no fija el material de su fabricación, dejando abierta posibilidades en oro, plata o de cualquier otro metal blanco, pero si precisa sus características restantes: modulo ovalado de 53 mm en su diámetro mayor y 37 en el menor llevando en su anverso la alegoría de la libertad sobre la cual se ubica un cinto con las 7 estrellas de la Federación y la fecha 1892 en su parte inferior. Respecto del reverso, el Escudo Nacional y la inscripción “El Gobierno de la revolución a las dignas hijas de la Patria”
Respecto de esta interesante medalla lamentablemente no se conoce pieza alguna, pero más aun no se han logrado precisar ningún acto administrativo que de indios de su otorgamiento efectivo más allá del decreto de su creación, pero con independencia de este factor, igual resulta meritorio un acto de reconocimiento mínimo a tanto sacrificio no solo durante el capítulo de la historia sino de las décadas precedentes recordando que solo las fuerzas realista tuvo tal gesto a través de la medalla de distinción de las Américas, iniciativa que lamentablemente no fue replicada por los patriotas durante la gesta de Independencia pero tampoco durante la Guerra Federal, siendo entonces las primera vez que el gobierno nacional rinde homenaje a las mujeres, lo que en si mismo es un hito muy significativo.
Recreacion artistica basada en la descripcion del decreto
Vía correo electrónico y en fecha posterior a la publicación de esta sección, nos comparte una nota el Sr. Carlos Garcia quien resulta ser descendiente del oficial Guillermo Cuauro, un paraguanero que sumado a la causa legalista fallece en combate en la inmediaciones de la Vela de Coro en agosto de 1892 al mando de los Generales Ceferino Casillo y León Colina.
Cuenta el Sr. Garcia que al oficial le sobrevivió solo una hija adolescente de nombre Maria (pues su esposa había fallecido con anterioridad) quien tras gestiones de un familiar se trasladó a vivir a Caracas luego de la toma del poder por parte de Crespo y fue precisamente durante su estancia en la capital que recibio de manos de Doña Jacinta Paredes de Crespo una medalla de plata prendida al cuello de una cinta blanca y que portaria hasta su muerte como recuerdo de los sacrificios de su familia.
Hay registro de la medalla en una bien conservada foto de época pero de la que resulta imposible rescatar algún detalle de su diseño, lamenta demás el Sr. Garcia, que el paradero de la medalla es deconocido víctima de los constantes procesos sucesorales luego de la muerte de la Sra. Maria en 1933.
Si bien esta historia familiar, que agradecemos enormemente, no certifica la existencia de la medalla en cuestión, cabe al menos abrirse a esa posibilidad visto la narrativa familiar del Sr. Garcia y que la sitúa plenamente en el contexto de la revolución legalista pero aportando dos elemento que hacen sentido, primero que quien la otorgo fue Jacinta de Crespo y basta con leer la líneas que Lossada le expresa en su libro «Hombre Notables de la Revolución del 92» a la abnegada labor de Jacinta durante la campaña para presumir que quizás ella misma estaba tras la idea de esta medalla y quien la otorgara, condición reafirmada por el propio Crespo en el tributo a la mujer venezolana y especialmente a su esposa que hacía en su cuenta al congreso durante su primer año como presidente.
El dato de la cinta color blanco también encontraría explicación en que ante la escogencia del girón amarillo por parte de la fuerzas continuistas de Andueza seria precisamente el blanco el color enarbolado en batalla por los legalista, escogencia que perduro una vez hecho con el poder ante la necesidad de agrupar bajo un mismo partido a los actores de la lucha y que remontaba al espirito del uso del pabellón blanco como primera enseña del bando federal en los primeros días de la Guerra Larga t cuyo significado era hacer un llamado a la paz y concordia entre sus propios integrantes.