Sol del Peru
Dentro de los tesoros del Banco Central reposa la placa de la Orden Sol del Perú, que según cita del propio Banco, San Martin le confiriera al Libertador en la histórica entrevista de Guayaquil el 26 de julio de 1822. La pieza, tan excelsa como polémica es una representación de un sol en oro en cuyo centro va engastado un brillante central que está rodeado a su vez por 3 líneas concéntricas compuestas de 9, 18 y 31 brillantes respectivamente, en el exergo y delimitando el centro del sol en su parte superior en oro y sobre campo blanco la inscripción “El Perú” y el su parte inferior sobre campo rojo “a sus libertadores” completan la pieza 40 rayos, 20 menores con 9 brillantes cada uno, alterados con 20 rayos mayores compuestos de 12 brillantes cada uno.
El 9 de agosto de 1821 San Martín firmo un decreto por el cual se constituía una comisión de prefectos, para que presentaran exposiciones o documentos de servicios de todos aquellos patriotas que habían trabajado por la libertad de la patria contra el gobierno español, con la finalidad de premiarlos y distinguirlos. Esta intención se concretó con la creación de la Orden del Sol el 8 de octubre de 1821 y que establecía tres clases: Fundadores, Beneméritos y Asociados. En el texto del mencionado decreto se individualizan los agraciados con el rango de Fundadores pero Bolívar no aparece reseñado, error que fue subsanado en el decreto complementario del 12 de enero de 1822 y que habilito a San Martin a entregarle la joya 6 meses después en Ecuador.
Desde su creación, esta orden estuvo cargada de polémica esencialmente por su fuerte componente aristocrático casi semejante de cualquier orden digna de alguna corte europea. A diferencia de la Orden Libertadores de Venezuela, quizás la más democrática de su tiempo, la del Sol contenía prerrogativas personales y vitalicias, heredables hasta la tercera generación y que incluían pensiones anuales con cargo a las mismas fuentes que la orden Isabel la Católica y la Carlos III, una beca de estudio en Europa para descendientes y preferencias para grandes cargos estatales. Lo anterior, aunado a una exclusión explicita de agraciar a la tropa hizo que el mismo Bolívar y el Congreso Constituyente del Perú suprimiera la existencia de la Orden en 1825.
Es de resaltar que el diseño de la que reposa en el BCV dista de la descripción para la Clase “Fundadores” contenida en el artículo 19 del decreto, pues esta sería solo de oro sin mencionar los brillantes, sin embargo es probable que se haya tratado de una distinción especial que le hiciera San Martin al momento de la entrega, lamentablemente no se conoce algún decreto particular que reseñe o describa tal gracia.
A pesar de las prerrogativas que lo motivaron a abolirla, Bolívar mantuvo la joya hasta su muerte, seguramente más como respeto a la concesión de la misma que por sentirse miembro de su Orden. La condecoración consta en el inventario de José Palacios mayordomo y albacea de sus bienes y comenta Próspero Reverend en su relación de los últimos días del libertador y de los días posteriores que la Orden estuvo expuesta al pie de su urna durante las exequias realizadas en Cartagena el 17 de enero de 1831 junto a otras condecoraciones. Llama la atención que Bolívar no hiciera mención alguna de la pieza en su testamento como si lo hiciera con muchas otras al girar instrucciones específicas de su destino y dejar constancia de su estima hacia ellas como lo hiciera con la Medalla del Congreso de Bolivia, hoy símbolo de poder de esa nación. Este hecho, aunque especulativo, quizás es herencia de la polémica en torno a la Orden y del verdadero valor de la pieza para Bolívar. A pesar de lo anterior, resulta indudable que la pieza reviste de un connotado valor histórico, mismo que la perpetuaría como símbolo de ofrenda y codicias de la política nacional durante varias décadas luego de la muerte de Bolívar.
Dividido los bienes entre los hermanos herederos del Libertador la pieza desaparece hasta que por los avatares de la historia llega a manos del Congreso Nacional en los tiempos de la Guerra Federal quien el 21 de enero de 1863 con ocasión de la juramentación de Juan Crisóstomo Falcón como Presidente le confirió el título de “Gran Ciudadano”, el grado de Mariscal y le obsequian la Orden del Sol del Libertador como distinción especial para la decepción de José A. Páez quien critica duramente el hecho en una carta desde su exilio en Nueva York a Pedro José Rojas el 26 de febrero de 1864 mencionado que semejante joya debía descansar junto a Bolívar en su tumba.
Fallecido Falcón en 1870 la pieza vuelve a extraviarse hasta que el Congreso Nacional vuelve a revivir la simbología de la joya para agraciarse con el Gobernante de turno, es así como se comisiono al General Crespo para que ubicara la pieza y la adquiriera de los descendientes de Falcón para así podérsela obsequiar al General Guzmán Blanco en premio por sus grandes y constantes servicios a la patria, lo que en efecto ocurrió el día de su investidura como Presidente pero a diferencia de Falcón profirió que aceptarla y usarla, equivalía a una profanación; y rechazarla, habría sido un desaire al Congreso y al General Crespo con lo que resolvió conservarla con fines museísticos.
En 1874 se crea por incisiva del propio Guzmán Blanco el “Museo Nacional” cuyo director Adolf Ernst sugirió incluir una sección de Historia Patria que recolectara y exhibiera objetos de los próceres de la independencia, y entro los cuales se encontró la Orden del Sol de Bolívar junto a varias otras piezas históricas recolectadas a través de la vida del padre de Guzmán Blanco, Antonio Leocadio Guzmán. Ya en tiempos de Juan Vicente Gómez se creó el denominado Museo Bolivariano que reagrupo e incremento la colección histórica del Museo Nacional con ocasión del centenario de la independencia de Venezuela y quien mantiene la propiedad de la pieza hasta nuestros días aunque bajo custodia del BCV.
Cruz de Boyaca
Tras el triunfo de las tropas patriotas en la Batalla de Boyacá, la Asamblea de Notables de Santa Fe -que en ese entonces hacía las veces de Congreso- y presidida por José Tiburcio Echevarría decidió el 9 de Diciembre de 1819 premiar a quienes habían participado en las batallas que sellaron la Independencia del Reino de Nueva Granada. Para distinguir a la oficialidad y a los soldados, las autoridades civiles y eclesiásticas de la naciente república determinaron que desde los generales hasta el último de los soldados llevarían al pecho una cruz, con el lema «Boyacá», pendiente de una cinta verde. Así pues, el 18 de septiembre de 1819 fueron condecorados con esta primera distinción el Libertador, los generales y sus tropas.
El decreto concebía dos distinciones a Bolívar, La Cruz y según el artículo 2 una corona de laurel que se desconoce si se concretó, pues no debe confundirse con la corona que le obsequiara la ciudad peruana de Arequipa y que se encuentra en posesión del Estado Colombiano y exhibida en su Museo Nacional. Respecto a la Cruz indica su artículo 3, que las destinadas a Bolívar y a los generales de división Anzoátegui, Soublette y Santander serian de oro y piedras preciosas con el mote “Boyacá” y pendientes de una cinta verde, pero sin mayores presiones.
Esta orden sufriría varias modificaciones posteriores y se conocen varias versiones en su diseño pero que son reseñadas en la sección Periodo Independentista, la que nos ocupa y en custodia del BCV es una medalla de oro pulido en forma de escudo español irregular con su parta inferior más ancha que la superior, en la parte superior de su campo y en alto relieve la palabra “BOYACA” seguida de Cruz Pate o potenzada engastada de brillantes y en su parte inferior en ángulo una espada y una rama de oliva entrelazadas, rodean la venera 19 brillantes y sujetas al asa un semicírculo de 5 brillantes que rematan la cinta verde.
Medalla de los Libertadores de Quito
El 29 de mayo de 1822, cinco días después de la gloriosa victoria de Pichincha, se juró la independencia de Quito y se redactó en su municipalidad un acta de diez artículos y en cuyo segundo se describe una medalla como testimonio de reconocimiento a las divisiones de Colombia y del Perú comandadas por Antonio José de Sucre:
“Una medalla o cruz de honor pendiente al pecho de una cinta azul celeste. La medalla será un sol naciendo sobre las montañas del Ecuador, y unidos sus rayos por una corona de laurel: entre las montañas en letras de oro, la inscripción COLOMBIA, y alrededor del Sol, LIBERTADOR DE QUITO de esmalte azul: en el reverso VENCEDOR DE PICHINCHA 24 DE MAYO – 12. y el nombre del agraciado. El pueblo regalará estas medallas que serán para los 8 generales, con esmaltes en los rayos, de piedras preciosas, para los oficiales de oro, y para la tropa de plata”
La pieza que consta en el BCV es una muy certera aproximación de la descripción oficial de la medalla si tomamos en cuenta que la falta de detalles específicos en los decretos respectivos aunado a la interpretación y la confección artesanal de orfebre que por lo general resultaban en piezas casi únicas. Solo resalta la discordancia del color de la cinta (naranja en vez de celeste) pero especulando sobre el excepcional estado de conservación de la exhibida en Banco y que se supone de casi 200 años es bastante probable que haya sido reemplazada por alguno de sus propietarios anteriores.
Medalla de Ayacucho
La batalla de Ayacucho selló la independencia del Perú y con ella la libertad de América, en consecuencia no fueron pocas las disposiciones y decretos para honrar a sus próceres y sus heroicos actos. Sin embargo, la única medalla cuya descripción se acerque a la de esta pieza, fue la creada por el propio Bolívar el 27 de Diciembre de 1824.
El decreto no describe la medalla en profundidad y se limita a decir que los individuos del Ejército Vencedor llevarán una medalla al pecho pendiente de una cinta blanca y roja con la inscripción: “AYACUCHO” y luego señala que la de los generales estará esmaltada en brillantes, los jefes y oficiales de oro y la tropa de plata. De estas estas últimas dos se conocen varios ejemplares y que permiten establecer un patrón de diseño estándar, con pocas modificaciones y tan sencillo que resulta presumible que la de los Generales guardaría las mismas características pero con la adición expresa de las piedras preciosas, y no es el caso de la que nos ocupa. De aquella destinada a los generales no se conocen ejemplares que permitan comparar con la exhibida y poder así concluir de se trata en efecto de la Medalla de Ayacucho decretada por Bolívar. De hecho la única referencia a la cual se tiene acceso es a las representaciones pictóricas del Mariscal de Ayacucho quien entre sus condecoraciones se puede apreciar alguna con cinta peruana y que tendría un diseño aparente a las de oro y plata conocidas pero disímil a esta. La duda radica no solo en las objeciones de diseño sino esencialmente en el cuestionamiento de que si Bolívar se decretaría una Medalla para sí mismo? Es poco probable, en especial pues esta no fue la única que decreto y de las otras no conservo ejemplares propios conocidos.
Con lo anterior se pudieran especular tres posibilidades o bien los encargados de ejecutar el decreto y de encargar la elaboración de la medalla se la otorgaron como gracia particular y obviamente no decretada, o simplemente no era de la propiedad de Bolívar lo que no sería tan extraño pues no se especifica su existencia en la relación de los bienes custodiados por José Palacios y como tercera opción ha podido ser alguna medalla especial acordada para Bolívar por algún ente peruano y que no tuviera nada que ver con la de este decreto. Finalmente y como dato adicional, el BCV indica que la medalla en cuestión perteneció a Antonio Guzmán Blanco quien la donaría posteriormente al Museo Nacional.
Medalla de Sucre
Identificada por el BCV como “Medalla de la ciudad de Sucre” se indica que la condecoración le fue obsequiada al Libertador por la ciudad de Sucre, antigua capital de Bolivia, en 1825. Una pieza de manufactura refinada hecha en plata y diamantes pero que encierra muchas incógnitas.
Sin querer menospreciar la labor investigativa del BCV, que certificamos de muy profunda en tantas otras áreas, es válido decir que resulta un tanto pobre el arquero historiográfico de lo que ellos mismos denominan “tesoros” y la pieza en cuestión es vivo ejemplo de ello. De esta Medalla no existe referencia histórica alguna que permita dilucidar sus orígenes y con cualquier mínima aproximación a su provenance se encuentras mas dudas que certezas. La pieza aparece en escena con ocasión de los inventarios de los bienes del Libertador que se organizaron luego de su fallecimiento. El 27 de septiembre de 1829 Bolívar había dejado en calidad de custodia un conjunto de objetos de valor al Cartagenero Juan de Dios Amador y entre los se encontraba una pieza con la denominación «Medalla de la ciudad de Sucre». La pieza aparece reseñada nuevamente en dos ocasiones posteriores, en los avalúos de los objetos realizados previo al reparto sucesoral atribuyéndosele un valor de 336 y luego como parte del lote de objetos que heredarían los hijos de Juan Vicente Bolívar con lo que daba cumplimiento a la voluntad testamentaria del Libertador. De allí desaparecería sin rastro hasta que en 1988 el BVC la adquirió cuando la casa de subasta Christie´s anunció la venta de varios objetos del Libertador que se encontraban en posesión de los herederos de Fernando Bolívar Tinoco.
Habiendo reseñado los pocos datos de los que se disponen, el primer elemento es que la pieza solo se conoce luego del fallecimiento del Bolívar, no habiendo ningún rastro o mención anterior como si ocurrió con las tantas otras medallas, bien por sus decretos creadores o por reseña del propio Bolívar en aluna correspondencia, pero este hecho, que en sí mismo no significa nada, da partida para una serie de dudas y curiosidades sobre esta pieza.
Partiendo por lo primero, El nombre oficial de este medalla según se lee expresamente en su reverso es «Estrella de la ciudad (de) Sucre» y es un hecho fáctico que la capital de Bolivia no llevó por nombre Sucre sino hasta el 12 de julio de 1839 con lo que de habérsele entregado en vida al Libertador nos estaríamos refiriendo a una supuesta “Estrella de la ciudad de Chuquisaca” y no es el caso. Si efectivamente se trata de una medalla para agraciar al Libertador, este simple hecho cronológico ubicaría a la pieza en cuestión como un homenaje póstumo pero que se contradice con los inventarios de los bienes del Libertador mencionado anteriormente. Es obvia la duda, si los registros ubican el otorgamiento de la medalla en 1825 como podría llevar por nombre “Sucre” 14 años antes de su denominación como nombre de la capital Boliviana, nombre que dicho sea de paso tampoco se comparte con ninguna otra ciudad. Adicionalmente es preciso complementar lo anterior con el hecho efectivamente esta ciudad contribuyo a los honores al Libertador con dos medallas decretadas en 1825, la primera de ellas la Medalla de Chuquisaca con el lema grabado de “La gratitud de Chuquisaca a su Libertador” realizadas en Plata y Cobre que aunque no se conoce decreto que la sustente queda claro que para 1825 el nombre de la ciudad era formalmente denominada Chuquisaca y así quedo patente en el grabado, un elemento mas que suma dudas a la medalla que nos ocupa en esta sección.
La segunda Medalla acordada en esta ciudad es iniciativa de la Asamblea General de Diputados de las Provincias del Alto Perú reunidos en la Casa de la Libertad de Chuquisaca quienes el 11 de agosto de 1825 mandatan al General Sucre a que forjara y entregara una medalla cívica al Libertador. La joya se culminó y se le entrego a Bolívar ya habiendo salido este de Bolivia y encontrándose en Lima, pero se trata de conocida “Medalla de Bolívar” hoy símbolo de poder presidencial de esa nación y que no guarda ninguna relación con la «Estrella de Sucre»
Ahora bien, aclarado que las dos medalla decretadas oficialmente en esa ciudad en 1825 no guardan relación con la pieza en cuestión, seria inicialmente valido contemplar que la expuesta y también atribuida a esa ciudad pudiera haber venido de otro entre. Aun obviando el tema de del nombre y la cronología señalado anteriormente, resulta muy poco probable que la ciudad de Sucre -otrora Chuquisaca- como ente separado de la Asamblea de Diputados concibiera una propia, pues el encargado por el Mariscal Sucre en su carácter de Presidente de Bolivia para coordinar la elaboración de la “Medalla de Bolívar” fue el General Andrés de Santa Cruz entonces prefecto del departamento de Chuquisaca y en consecuencia máxima autoridad de la ciudad, y quien sería en esta condición el presunto encargado de elaborar también la medalla de gratitud con lo que se pareciera poco probable la posibilidad de que encargara una tercera medalla.
Al misterio de esta pieza se le adiciona otro elemento, su diseño. Las condecoraciones y medallas acordadas en reconocimiento individual a Bolívar están impregnadas de un marcado simbolismo autóctono, proto-republicano o alegórico de algunas de sus gestas militares en su diseño, desde el cerro de Potosí, pasando por el Sol del Perú o alegorías de libertad o victoria marcan el común denominador de los diseños. La que nos ocupa rompe con este esquema, y sin que esto sea ninguna prueba de nada en sí mismo, llama la atención dos elementos, el primero es la Flor de Lis como parte del diseño pues esta tan asociado a un símbolo monárquico que resultaría desafortunado y casi ofensivo para agraciar a Bolívar, incluso póstumamente. El segundo elemento y a su vez el más controversial, es la extraordinaria similitud con la encomienda de la Orden Carlos III cuya única duda es la particular representación que hiciera el orfebre de la figura a la Purísima Concepción del pintor Bartolomé Murillo y que ha sido reemplazada por un querubín alado que sostiene un orbe y una palma.
Bolívar obviamente nunca fue miembro de esta Orden lo que ubica a la joya en la categoría de “presente” de algún tercero y de ser cierto su origen boliviano, la joya bien pudo haber pertenecido a algún noble criollo del Virreinato del Perú, varios de ellos agraciados con la distinción y que por esos avatares de la historia pudo haber llegado como un presente a manos Bolívar durante su estancia en tierras bolivianas entre agosto de 1825 y febrero de 1826 como tantos otros objetos que representaron el agradecimiento de su gesta como el relicario de Charcas también en custodia del BCV. Lo anterior aunque raro, no es imposible pues existen varios otros objetos cuya procedencia no es institucional o gubernamental sino de ciudadanos privados aunque este posibilidad tampoco explica el tema del nombre.
Precisar su origen verdadero resulta tarea imposible y solo podemos navegar entre supuestos e hipótesis esperando que alguna investigación voluntariosa y con rigurosidad histórica pueda arrojar más luces sobre esta interesante joya, por mientras, quizás solo tentar a la curiosidad y la imaginación.